If I tell you the truth

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Mía sacó un cigarro de aquella cajita metálica que tantos años llevaba con ella, con apenas 18 años tenía ya grandes tesoros, entre ellos aquella caja. Colocó el  cigarro entre sus enrojecidos labios y lo encendió con tal delicadeza que sus dedos se me antojaron plumas. Mía no era como las demás, había algo que la hacía diferente, especial, nunca supe si se trataba de sus ojos verde esmeralda, de sus perfectos rizos castaños, de sus labios siempre enrojecidos que parecían tener mirada propia o de su carácter solitario. El caso es que Mía era especial.
Me miró con fijeza, casi me pareció que podía desnudarme con los ojos.

  -¿Por qué me miras así?- Preguntó con cara de circunstancia.
  -Siempre tengo la sensación de que tienes mucho que contar- Era verdad, aquellos ojos escondían mil secretos, para empezar, ninguno sabíamos qué hacía cuando salía sin nosotros, era solitaria, pero tenía amigos y siempre creí que eramos buenos amigos.
  -Puede, pero hay cosas que es mejor no contar- Me lo susurró como si tuviese que entender el trasfondo de aquella frase. Tenía un mensaje oculto, pero ni siquiera hoy en día sé si fui capaz de descifrarlo.

Me cogió de la mano y me arrastró hasta el borde del lago, nos sentamos allí y observamos el horizonte. Era curioso, el final del lago no estaba tan lejos, aun así, por el espesor de la bruma no fuimos capaces de verlo ninguno de los dos.

  -¿Sabes? Todos me quieren y me odian  al mismo tiempo, adoran mi belleza y mi misterio, pero ninguno ha intentado comprenderme.-Aquello sonó tan sincero y lleno de tristeza que me heló el corazón.
  -Tal vez les asuste tu carácter solitario- Era la verdad.
  -¿A ti te asusta?-Me rogó una negativa con los ojos y era cierto, Mía no me daba miedo, al contrario, estaba enamorado de ella de una manera tan intensa y tan profunda que hubo momentos en los que creí poder fundirme con el suelo de dolor. Era horrible verla siempre a mi lado y tenerla siempre conmigo sin ni siquiera poder decirle que estaba preciosa con aquella camiseta de Band of horses.
  -A mi no me da miedo, de echo me gusta- Tuve el valor de decirle la verdad, de deshacerme de aquel secreto que llevaba albergando en mi interior dos años, la adrenalina me recorría el cuerpo, aquella conversación podría ser el principio de todo o el fin de mi existencia.
  -Me alegra que digas eso- Me sonrió, una sonrisa torcida acompañada de una mirada de complicidad absoluta, si no me había quedado claro antes, aquella conversación sería secreta, única e irrepetible.- Siempre has sido mi favorito ¿Sabes? siempre tengo la sensación de que los demás me esconden cosas por miedo a como pueda encajarlas, tienden a prejuzgar, pero siempre he pensado que tu no.
  -Pese a saber que eres la que más secretos tiene, eres la única a la que no tengo miedo y la más clara.
  -Gracias-Apretó mi mano con cariño y desesperación al mismo tiempo, no sabía que le había ocurrido pero Mía jamás había hablado así conmigo. Yo solo quería que se deshiciera de aquella abrumadora sensación de soledad y tristeza que llevaba anclada en su interior, quería que se desahogara conmigo, que se liberara y fuese feliz.
  -Para eso estamos los amigos, para ayudar.
  -Olvídate, tu y yo somos más que amigos, eres el único con el que sé que puedo contar realmente.- Acababa de decirme que eramos más que amigos, sentía que mi corazón podía explotar, hubiese podido correr 15 kilómetros sin despeinarme, volar, cerrar los ojos y tocar las estrellas con las yemas de los dedos,  tirarme de cabeza desde un acantilado de 20 metros. Era adrenalina en estado puro.

Aunque no solía fumar, cogí un cigarro y lo encendí, por suerte no me ahogué, cosa que solía pasarme.

  -¿Quieres?-Me pasó el litro de cerveza que había estado sujetando el suelo hasta ese instante. Al coger la botella le rocé los dedos y no pude evitar ponerme nervioso, le di un trago algo largo y le devolví la botella.
Me acabé el cigarro en silencio, mientras ella cavilaba en sus secretos más ocultos. Su rostro se tornó serio y bebió un trago de aquella botella que había rozado ya antes nuestros labios, la miré desesperado, no sabía como quitarle aquel pesar de encima.
  -En una película escuché una vez que aceptamos el amor que creemos merecer, tenía toda la razón, pero se acabó, estoy harta de eso.
  -Yo creo que todo el mundo tiene derecho a querer a quien quiera, no es que tengamos la capacidad de elegir de quien nos enamoramos, pero si podemos decidir si luchar por esa persona o dejarla ir y ni siquiera intentar que sepa lo que sentimos. Que sepas que el libro es mejor que la película.-Según dije eso me sentí idiota, yo era el primero que estaba haciendo lo mismo que Charlie en Las ventajas de ser un marginado, estaba dejando escapar a mi Sam, que por cierto, era mil veces más guapa que Emma Watson. 
Así que me armé de valor, la miré a los ojos y la besé. En ese instante sentí que podía deshacerme allí mismo, podría haberme quedado pegado a sus labios de por vida, habría repetido en bucle ese beso todos los días de mi vida y no me hubiese cansado.
  -Gracias Adam, gracias por ser sincero conmigo cuando nadie lo es.- Aquellas palabras fueron tan sinceras que podría haberlas tocado si hubiese podido salir del shock, pero no me dio tiempo a reaccionar y ella me estaba besando otra vez. Estaba viviendo en un sueño, Mía Hall me estaba besando, dos años de pesar y sufrimiento volaron fuera de mi, era la persona más feliz, podía incluso levitar, pero se me antojaba difícil separarme de sus labios después de haber esperado tanto para pegarme a ellos.

Definitivamente aquella conversación había sido el principio de algo y no el fin de mi existencia, nunca fuimos nada, pero a la vez lo fuimos todo durante tanto tiempo que ambos perdimos la cuenta.



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