Unrequited love

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En las grandes novelas y las películas de Hollywood nunca nos enseñan el amor no correspondido. Los protagonistas, aunque no se gusten al principio, siempre acaban juntos, aunque alguna tragedia les separe al final, pero esa no es la realidad. La realidad es que el día que te enamores, no siempre va a ser de alguien que te corresponda, puede que no sea ni siquiera alguien que viva en tu mismo país, puede ser alguien de quien tú jamás hubieras pensado que podías enamorarte. Sin embargo, algo pasa, el cuerpo lo sabe y la cabeza también. Y cuando eso pasa, el amor debería pasar a considerarse una enfermedad, con cura y con cicatriz.

La capacidad de acordarte de la otra persona por la cosa menos pensada, incluso puede parecerte absurdo, tú mismo sabes que no tiene sentido, sin embargo, no puedes frenarlo. Hay algo de ese alguien que te ha cautivado y durante el tiempo que sea, vas a vivir preso por la enfermedad más aceptada e idealizada de la historia, el amor. Nadie te avisa y aunque no llores, porque el raciocinio te lo impida, eres incapaz de pensar y respirar por esa persona. La música melancólica te invade y te dejas llevar por ese vacío constante que sientes, te acuerdas de la sensación que te da el nudo en el estómago y el nerviosismo que se instala en ti cuando estás con el otro. Sonríes absurdo y te maldices, pero sin embargo, no puedes parar. Le das vueltas y te convences a ti mismo de lo absurdo que es, pero siempre vuelves al mismo punto.

Hasta la aceptación. El tiempo todo lo cura y poco a poco las heridas se curan y cicatrizan. Eso no quiere decir que no puedan reabrirse de nuevo en un futuro, pero se curan y uno vuelve a la normalidad y a poder respirar sin sentir la presión de un ladrillo en el diafragma. Incluso puedes volver a aburrirte sin pensar en nadie más.




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