Me echo en el sofá por enésima vez, abro la cerveza, le doy un trago y la dejo encima de la mesa, al lado de tres latas vacías más. Me enciendo el porro que había liado antes de ir a por la cerveza y le vuelvo a dar al play al aleatorio de spotify. Llevo días dándole vueltas pero es que ya nada tiene sentido, me levanto cada mañana y me asomo a la ventana para ver el amanecer, como siempre, pero ahora todos los amaneceres me parecen iguales, todos tienen los mismos colores, incluso parece que las nubes sean las mismas cada día. Por lo menos en la oficina las conversaciones se han vuelto más interesantes, aunque también me paso la mitad del día escuchando música.

Tampoco soy capaz de dormir, me cuesta. Empieza a darme miedo acabar como Tyler Durden. Fumo como hace tiempo que no lo hacía, pero para ser justos siempre que me pongo creativa me pasa y si algo estoy ahora, es creativa. También he vuelto a leer, no mucho, pero sí algo. Echo de menos una sensación que apenas pude saborear, y lo peor es que está empezando a olvidárseme. La intensidad de cada momento y el nervio constante en el estómago, la sonrisa absurda y una seguridad como escudo desconocida hasta el momento. Pero también echo de menos las conversaciones, las caricias y su sonrisa.

Ahora anochece más tarde, es el único cambio, eso me gusta. El otro día caminé un rato y todo gracias a eso, pero un poquito también gracias a él, necesitaba perderme un rato entre la gente mientras escuchaba música, ser uno más y cuando quise darme cuenta era de noche. Volví a casa, me cambié, le di al play del aleatorio en spotify, saqué una cerveza, le di un trago y la dejé encima de la mesa, me lié un porro, me lo encendí y me eché en el sofá.