Me mordí el labio
La primera vez que me miraste se me erizó la piel y me dio un
vuelco el corazón, empezaron a temblarme las piernas y el estómago se me cerró.
Parpadeé un instante y empezaste a caminar hacia mí, como un pez en el agua,
esbelto y elegante, con tus ojos clavados en los míos.
Desde aquel instante supe que me traerías problemas, que me
enamoraría de ti y de tus largas piernas, de tu sonrisa torcida y tu manera de
andar. Supe que te querría más que a nada en el mundo, pero no me importó. A
partir de aquel momento ya no podría separarme de ti y querría poseerte todas
las noches de mi vida, desnudarte paso a paso y descubrir cada centímetro de tu
piel, hacerlos míos y regalarme a ti, saber que soy tuya y tu mío.
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